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Carlos Herrera  
ABC, 11 de octubre de 2002
El decretito del gobiernito

«Algún pajarito ha debido de catar en la orejita del gobiernito y, ante el temor de verle las cejas —más que las orejas— a un Zapatero que asciende con regularidad por la rampa de la aceptación electoral, deciden que de lo dicho nada de nada»

Pero vamos a ver que yo me aclare: ¿no era la reforma del empleo una cosa fundamental para encarar el futuro laboral de España en mejores condiciones que las presentes? En el caso de no padecer una grave e incontrolada falta de memoria quiero recordar cómo este firme y sereno Gobierno hablaba de la necesidad imperiosa de revolucionar el acceso al trabajo de todos los parados españoles al objeto de afrontar con éxito los tiempos que se avecinan. Todo estaba caduco, obsoleto, trasnochado; o se reformaba el invento o jamás saldríamos de este negro pozo que supone cargar con la más alta tasa de paro en toda la Unión. ¿Qué dicen los sindicatos?, ¿quieren huelga? Pues que la hagan y que se traguen el fracaso, pero un Gobierno no decreta medidas con el único fin de hacerse el simpático: hay que tomar decisiones quirúrgicas poco agradables y en virtud de la mayoría decidida por el pueblo español… y bla bla bla. Se convoca la huelga, no triunfa —por mucho que digan unos sindicatos que hicieron de la coacción un argumento capital— y todo queda listo para sentencia.


Pero hete aquí que la sorpresa nos esperaba a la vuelta de la esquina. Algún pajarito ha debido de cantar en la orejita del gobiernito y, ante el temor de verle las cejas —más que las orejas— a aun Zapatero que asciende con regularidad por la rampa de la aceptación electoral, deciden que de lo dicho nada de nada. A negociar lo que no se quiso negociar en su día. Así están Cándido y Fidalgo, que no se lo creen. Tanto se han crecido que ya andan negociando con CiU y Coalición Canaria —soportes de los populares en el Decreto— sabedores de que ambos grupos tienen la llave para acabar de convencer al Ejecutivo de que, incluso, hay que modificar las medidas tomadas sobre el subsidio agrario. Cosa que no dudo acabarán haciendo.


El PER tal vez sea el único aspecto en el que los muchachos de Aznar muestren cierta resistencia, pero si de veras este Gobierno quiere evitar el otoño caliente que le tienen preparado no tendrá más remedio que ceder. El subsidio agrario —como bien se ha atrevido a decir Pujol en su reciente visita a Andalucía, nada menos que Andalucía, ante el estupor contrito de los mandatarios de la Junta— tiene como razón de ser ayudar al progreso y extinguirse una vez se hayan desarrollado las estructuras —dijo más: «el futuro de ustedes no está en el subsidio eterno; está en construir con esos fondos muchos ejemplos como el de Lepe o el de Cartaya»—, lo cual está frontalmente enfrentado a la idea de subvención perenne que mantienen los líderes sindicales y no pocos cuentistas. Mucho debemos tenernos que tras la negociaciones del hábil Zaplana las cosas quedarán como estaban también en lo referente al campo. Seguirá el PER como lo conocemos y seguirán los mecanismos relacionados con los subsidios al desempleo tal y como los conocemos. La huelga, la confrontación, las machadas del gobierno y toda aquella zapatiesta quedarán como un regalo innecesario con el que la coyuntura nos deseó a los españoles un muy feliz verano.


O bien entonces se equivocó aquel Consejo de Ministros en el que se sentaba el hoy perplejo Juan Carlos Aparicio, o bien se comporta ahora como un grupo de estrategas que gobierna en función de sus intereses electorales. El tiempo dirá si les ha servido de algo este amagar y no dar. A quien han engordado hasta límites insospechados es a unos sindicatos a los que nos le van a poder toser en un buen puñado de meses y a los que veremos quién les dice que transformen su estructura funcionarial y arrogante en los modernos organismos que necesita el trabajador español.