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Carlos Herrera  
ABC, 22 de mayo de 2020
Sainete Sánchez-Bildu

La cara que se les habrá quedado a los que han sido capaces de confiar en Sánchez

Calificar como sainete el pasaje reciente del Gobierno de España se me antoja una forma excesivamente amable de describir la aberración política y parlamentaria que se desarrolló durante las últimas horas de anteayer y las primeras de ayer. La irresponsabilidad, el caos absoluto y la confrontación interna de los ministros que supuestamente trabajan por el orden de las cosas, por la organización de las normas con las que gobernarnos los españoles, llegó a la irracionalidad y la caricatura con la que, en ocasiones, se manejan los peores gabinetes del mundo. Pactar con Bildu, nada menos que con Bildu -herederos de los asesinos que han mantenido aterrorizados a los españoles durante algunas generaciones- el futuro de los trabajadores y las empresas de nuestro país es un acto político absolutamente incalificable. Sólo un inconsciente, un irresponsable, un indeseable, un analfabeto perverso, puede ser capaz de algo así… sin necesitarlo, además. Ese es Pedro Sánchez, la maldición más manifiesta que le ha podido caer a la población española, un trilero de la peor especie que se alía con el primer diablo que aparece para mantenerse en el poder. Al precio que sea: nada menos que ceder a los herederos de ETA la política laboral de España en uno de los pasajes más delicados de nuestra historia, sin confiarse a nadie, sin consultar con sus supuestos socios, sin comunicar nada a sus ministros, poniendo en riesgo millones de empleos, engañando a los que acababan de pactar la prórroga del estado de alarma y arriesgando toda conciliación posible con los agentes sociales.

El desarrollo de los hechos se lo ha venido contando ABC. Pacto sorpresa con Bildu, rectificación nocturna corrigiendo algunos extremos literales de lo firmado y nueva rectificación de Iglesias reafirmando lo anterior y dando por bueno el acuerdo de derogación íntegra de la reforma laboral vigente. Cuando eso ocurre en el seno de un Ejecutivo racionalmente organizado, alguien suele ser sacrificado: quien se lanzó primero a la piscina, quien obligó a rectificar o quien llamó al orden no siendo el jefe del gabinete. La pregunta es quién será la víctima de este desaguisado, en el extraño caso de que exista un mínimo de coherencia en el seno de ese barrizal. Es muy posible que le quieran hacer cargar con el mochuelo a la portavoz socialista Adriana Lastra, pero que nadie se engañe: Lastra, que podrá ser lo que queramos que sea y seguramente tengamos razón, no encabeza una iniciativa así sin contar con los parabienes e indicaciones de Moncloa. Si Lastra firma con Bildu la derogación íntegra de la Reforma Laboral es porque alguien le dice que lo haga, no porque a ella se le ocurra. Podrá morder el polvo pero será injusto que lo haga.

Es probable que en las próximas horas se ponga en marcha la táctica de llenar de mierda el escenario para despistar la realidad e intentar que hablemos de otra cosa. Otra polémica es la mejor forma de enterrar una polémica incómoda. Pero aún así va a ser difícil que una pesadilla como la vivida en las últimas horas pase a ser un episodio más en el relato de insensateces de este Gobierno presidido por la maldición más calamitosa que haya podido llegar al poder ejecutivo en la historia de España. A nadie en su sano juicio se le ocurriría algo semejante: pactar con amigos de terroristas la derogación de una legislación laboral que ha permitido a España recuperar parte del empleo que destruyó otro gobierno socialista por el mal manejo de una crisis financiera, y hacerlo, además, sin texto alternativo, sin haber pactado con nadie y sin prever las consecuencias que va a provocar a millones de empleos puestos inmediatamente en riesgo. Quiero imaginar la cara que se les habrá quedado a los que han sido capaces de confiar en Sánchez hace apenas veinticuatro horas.