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Carlos Herrera  
El Semanal, 14 de junio de 2009
OJITO CON AVILÉS

La muy asturiana localidad de Avilés entró hace pocos años, lentamente, en la categoría urbanística de paisaje posindustrial. La siderurgia cambió, porque cambió el mundo, porque cambió la economía global, y toda industria pesada pasó a ser reconvertida de forma urgente. Ensidesa dejó de ser un nombre asociado a la villa de Avilés y ésta se resignó a dejar de ser capital del acero: no tuvo más remedio que reinventarse. Los primeros intentos en forma de ‘zona de urgente reindustrialización’ dejaron un balance ciertamente pobre, haciendo de Avilés una ciudad industrial en declive al estilo de otras tantas británicas, belgas o alemanas. Todos eran conscientes, no obstante, de que, a medida que desaparecía la base industrial, había que buscar nuevas oportunidades de la forma que las habían buscado –y encontrado– en Bilbao, en Glasgow o en Newcastle. Las tres superaron los más elementales inconvenientes que conlleva una desindustrialización: tasas de paro altas, enormes áreas de industria abandonada y un desarrollo económico del sector servicios no muy bien definido. De todo se sale, es evidente, aunque no sin esfuerzo, y en Avilés sabían que, de entrada, había que borrar la imagen de ciudad ruidosa, oscura y contaminada, había que reconvertir el puerto, regenerar la ría y rehabilitar el casco histórico. Para ello establecieron un plan regenerativo que va a tener una de sus cúspides en la inauguración total del Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer. La joya de la corona.

El turismo, los acontecimientos de distinto orden y diversos elementos de singularidad han sido las claves del despegue de otras ciudades en procesos semejantes. Integrar la cultura, en pocas palabras, en los planes de desarrollo. La iniciativa pública, a su vez, es la que regenera el perfil físico con obras de grandes magnitudes. Si un nombre de prestigio internacional se vincula a la ciudad como gancho cultural a través de una fundación o centro de creación y exposición, el camino ya está iniciado. Ése es el trabajo del Centro Niemeyer. El centenario Oscar Niemeyer es un santo laico de la arquitectura mundial, brasileño, seguidor de Le Corbusier y creador provocador y atrevido. Tuvo la humorada de crear los planos de los más importantes edificios de Brasilia y llevar adelante su construcción en poco menos de cuatro años. La catedral de Brasilia es su icono más identificable –cuando la vean en foto no se confundan, no la ha hecho Calatrava hace unos años, la hizo Niemeyer en los 60–. El Centro Internacional en Avilés vendrá a ser un compendio de toda su arquitectura. Ya está sirviendo para que un buen número de actividades animen el atractivo cultural de la villa. Científicos, artistas y pensadores empiezan a desfilar. Si la gestión es profesional, técnica, apasionada, inteligente, es decir, si no es política, nada garantiza que el futuro no esté exento de polémica, pero sí que sea un territorio lleno de esperanzas.

Si a quien esté leyendo estas líneas le sobreviene un repentino interés por saber qué está pasando en Avilés, no puedo por menos que conminarlo a viajar inmediatamente. Dista diez kilómetros del aeropuerto de Asturias y goza de un patrimonio arquitectónico extraordinario. Los lugareños sabían que estaba debajo de la pátina oscura que había dejado la contaminación en sus fachadas. Lo adecentaron y salió a la vista: el barroco apabullante de su caserío es natural del desarrollo que experimentó la ciudad desde el siglo XVII, y desde El Parche hasta el Carbayedo no deja de abalanzarse sobre uno. Pasear ahora por la calle Rivero, ya peatonal, hacerlo por La Cámara, tapear por La Ferrería, copear por Sabugo, comprar ultramarinos en La Colosal, comer en Tataguya –y pedir un pellizco de longaniza de Avilés–, o en Jose’s, o en Casa Moisés, o en Casa Lin, o en Casa Alvarín, guarecerse bajo sus kilómetros de soportales en pleno centro o asombrarse ante la repostería que está creando Miguel Sierra en su pastelería Palermo son buenas razones para dedicarle unas horas a una ciudad de la que va a oír hablar singularmente de aquí a poco.

2010 es la fecha prevista para la inauguración del Niemeyer. Permanezcan atentos. Ojito con Avilés.