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Carlos Herrera  
El Semanal, 27 de diciembre de 2009
JOSEMI, CUESTIÓN DE RICOS

Yo no sé si Josemi Rodríguez Siero es rico, y posiblemente no tengo por qué saberlo. De hecho, no me incumbe y el solo hecho de preguntárselo uno ya es una absoluta ordinariez. Sí sé que su vida se ha desarrollado como si de un rico se tratara. Dicho en términos taurinos: puede que él no sea rico en el estricto sentido monetario de la palabra, pero es el que más cerca se los pasa. Tanto que ha escrito el perfecto tratado para reconocer y desnudar a los ricos españoles, subdivididos en Ricos Ricos, Ricos de Toda la Vida, Ricos Tiesos y Nuevos Ricos. Ni que decir tiene que estos últimos son los más interesantes de todos, ya que han accedido al parnaso de la riqueza sin entrenamiento previo, merced a algún pelotazo o al olfato negociador y trabajador de un hombre o una mujer de empuje, sin clase pero con otras virtudes mercantiles que ya quisieran muchos ricos sin un duro. A los Ricos de Toda la Vida suelen gustarles mucho estos especímenes como objetos de estudio, ya que son los que, por ejemplo, pagan durante un año la calefacción del Vaticano con tal de conseguir un título pontificio. Para Josemi hay una subdivisión aún más perversa, que es la del Nuevo Rico Hortera, que no es otra que aquella que viste zapatos de rejilla con traje de verano gris perla y que suele preguntar «dónde está el servicio» cuando busca un baño o un retrete para evacuar. Son unos ricos muy adinerados que, en el fondo, sueñan con tener casas como la de Falete o como la famosa finca Ambiciones y de los que siempre hay que sospechar, así se encuentra uno en pleno recibidor de sus mansiones una fuente con un caballito de mar echando agua por la boca. En pocas palabras: el camarero de un Nuevo Rico lleva bastante mejor el esmoquin que él. Los Ricos Ricos, en cambio, consideran poco elegante salir en la prensa –la rosa, particularmente, les horroriza–; desechan sacar un barco si tiene menos de veintidós metros de eslora; llaman `doncella´ a la camarera; `mecánico´, al chófer –es muy de ricos robarse entre ellos el servicio doméstico–; tienen entrenador personal en casa al tanto de la última crema, decorador particular, sastre heredado de sus abuelos y personal shopper, figura esta que tamiza con buen gusto toda compra realizable en casa, sea obra de arte o cinturón para uno de los veinticinco trajes azul marino que cuelgan de sus perchas. Un Rico Rico, incluso un Rico Tieso, jamás será minimalista: serlo supone no tener pasado y aspirar a poco glorioso futuro, asegura Josemi, quien retrata en su libro (Cuestión de Ricos, La Esfera de los Libros) las diferentes clases de Ricas en función de su forma de dirigirse a las demás: una Nueva Rica utiliza el apelativo `cari´, una Rica de Siempre dice `mi amor´ y las Ricas Ricas se llaman entre ellas `querida´ o `solete´. Estas últimas se caracterizan por estar permanentemente involucradas en obras de caridad y por realizar constantemente cursillos de algo, sean de cerámica o de arte. Por supuesto, no son nada sin un decorador al lado, ya que los Ricos tienen casas, muchas casas, y en las de campo es donde se ve si refinan o no el buen gusto o si las dedican a almacenar lo que les sobra de las principales. Un Rico, dice Josemi, tiene casa; los Pobres tienen hogar, que es muy distinto.

Casarse entre ellos puede ser, como es de imaginar, un negocio, pero divorciarse es, directamente, la ruina. Hay en el libro un interesante estudio sobre las segundas esposas de los Ricos. Pero su problema, su gran problema, el de Todos los Ricos, es haber perdido el misterio: saber la procedencia de sus fortunas, sus lugares favoritos de veraneo –Marbella o las Baleares–, la naturaleza de sus relaciones sociales, los y las amantes de su propio y endogámico círculo y ya no generar siquiera el muy sano rencor social de otras clases menos favorecidas está acabando con el aura que siempre los ha rodeado. Este libro del sin par Rodríguez Siero los acaba de desnudar y los convierte en moneda accesible a nuestra observación. Entiendo por ello que estén horrorizados y le retiren el saludo.